Fuentes de energía
La otra posibilidad para reducir el consumo de petróleo sería comenzar a sustituirlo por otras alternativas energéticas. En la actualidad, las fuentes de energía basadas en recursos finitos no renovables (combustibles fósiles y fisión nuclear), que tantos problemas de contaminación generan, aportan el 86% del enorme consumo de energía global (figura 5). Las demás fuentes energéticas pueden continuar siendo complementarias en la producción de electricidad, pero no pueden aumentar tanto como para reemplazar la gran cantidad de energía suministrada por las no renovables para cubrir los requerimientos de la sociedad, y menos si la población mundial y las economías de los países continúan en crecimiento.
El petróleo representa el 35 % del total del consumo energético global y más del 90 % de la energía empleada en los transportes Resulta muy complicado que pueda ser sustituido como carburante, pues debería primero aparecer una fuente de energía con sus prestaciones y en cantidad suficiente, y a continuación adaptar o sustituir el inmenso parque de vehículos actual – más de 800 millones— para que pudiesen funcionar con ella, así como desarrollar toda la infraestructura para la producción, transporte y distribución de la misma por todo el mundo.
Se repasan a continuación algunas de las dificultades que presentan las fuentes energéticas que se plantean como posibles alternativas al petróleo:
El carbón es un combustible muy pesado, poco eficiente, con poca versatilidad y con un gran coste de extracción y de transporte. Es muy contaminante (tanto su minería como su combustión) y es el causante de la lluvia ácida, además de contribuir al efecto invernadero. Estos problemas se verían incrementados si se tratase de sustituir con él al petróleo.
El gas natural es el que más está aumentando su uso y tiene muchas ventajas, pero su explotación también contribuye al efecto invernadero y sigue una curva de Hubbert más pronunciada que la del petróleo, de manera que, una vez que se alcance el cenit, lo que sucederá sólo unos pocos años después que el del petróleo, su declive será mucho más pronunciado. En Norteamérica la escasez de gas ya empieza a ser un problema acuciante.
La fisión nuclear presenta numerosas dificultades para implantarse a gran escala y a corto plazo: el enorme coste (económico y energético) de la construcción y desmantelamiento de cada central nuclear; la ausencia de soluciones al tratamiento y almacenamiento de los peligrosos residuos, que emiten radiactividad durante miles de años; el riesgo de accidentes nucleares y de atentados terroristas; los conflictos entre los países por el temor al posible empleo de la energía nuclear para fines militares; el gran impacto ambiental que genera la minería del uranio. En todo caso, aunque todos estos problemas se pudieran superar, el uranio también posee una cresta de Hubbert, que se alcanzará dentro de unos 25 años, plazo que se acortaría si se incrementase el número de centrales nucleares.
La energía hidroeléctrica, que sólo aporta el 2,3 % de la energía global, tiene pocas posibilidades de incrementarse significativamente. Las grandes presas siempre causan gran impacto sobre las áreas donde se construyen, y obligan a desplazarse a las poblaciones residentes en las mismas.
Las energías renovables (solar, eólica, mareomotriz, geotérmica…) representan tan sólo el 0,5 % del total mundial, y su incipiente desarrollo ha sido posible gracias a la disponibilidad de petróleo, que es utilizado tanto en forma de materia prima como de energía para la fabricación de los costosos materiales necesarios, y para la construcción de las infraestructuras aparejadas. La energía que proporcionan es difícil de transportar y de almacenar, y su cantidad varía en función de agentes externos.
Los biocombustibles no tienen las prestaciones que presentan los gasóleos obtenidos del petróleo y, para incrementar su producción significativamente, se tendrían que dedicar una gran cantidad de tierras fértiles a su cultivo, lo que es complicado en un mundo en el que el hambre y la desertización son dos de sus problemas de más difícil solución. Además, nuevamente el petróleo aparece como el recurso que está detrás de su desarrollo, pues el proceso de siembra, tratamiento, fertilización, riego, cosecha, transporte y distribución requiere de energía que en la actualidad se obtiene del “oro negro”.
La fusión nuclear es la fuente de energía de la que se dice que resolverá todos los problemas energéticos en el futuro. Pero las complejidades tecnológicas a superar son de tal magnitud que desde que se planteó inicialmente ya se advertía que no iba a estar disponible al menos antes de pasados unos 50 años, y así se continúa diciendo en la actualidad, pese a que han pasado más de 30 desde entonces. Se necesita alcanzar temperaturas superiores a cien millones de grados para que se produzca la reacción de fusión; materiales que resistan las altas temperaturas y la radiación; lograr que la energía liberada sea mayor que la necesaria para calentar y mantener aislado el combustible; y finalmente, desarrollar dispositivos que capturen la energía generada y la conviertan en electricidad, de tal manera que de todo el proceso se obtenga un balance energético suficientemente positivo.
Por último, el hidrógeno no es una fuente de energía. Se plantea como combustible para el transporte porque no es contaminante y se puede utilizar de forma líquida, como los derivados del petróleo. Pero el hidrógeno libre es muy raro en la Naturaleza, y se necesita más energía para obtenerlo de la que después proporciona. Además, requiere de muy bajas temperaturas para mantenerse líquido - lo que a su vez requiere energía-, ocupa más volumen por unidad de energía que las gasolinas o el diesel, y haría falta adaptar a él los vehículos actuales y los sistemas de transporte y distribución de combustible que están implantados hoy en día.
Tomado de: http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=200509171321310
El petróleo representa el 35 % del total del consumo energético global y más del 90 % de la energía empleada en los transportes Resulta muy complicado que pueda ser sustituido como carburante, pues debería primero aparecer una fuente de energía con sus prestaciones y en cantidad suficiente, y a continuación adaptar o sustituir el inmenso parque de vehículos actual – más de 800 millones— para que pudiesen funcionar con ella, así como desarrollar toda la infraestructura para la producción, transporte y distribución de la misma por todo el mundo.
Se repasan a continuación algunas de las dificultades que presentan las fuentes energéticas que se plantean como posibles alternativas al petróleo:
El carbón es un combustible muy pesado, poco eficiente, con poca versatilidad y con un gran coste de extracción y de transporte. Es muy contaminante (tanto su minería como su combustión) y es el causante de la lluvia ácida, además de contribuir al efecto invernadero. Estos problemas se verían incrementados si se tratase de sustituir con él al petróleo.
El gas natural es el que más está aumentando su uso y tiene muchas ventajas, pero su explotación también contribuye al efecto invernadero y sigue una curva de Hubbert más pronunciada que la del petróleo, de manera que, una vez que se alcance el cenit, lo que sucederá sólo unos pocos años después que el del petróleo, su declive será mucho más pronunciado. En Norteamérica la escasez de gas ya empieza a ser un problema acuciante.
La fisión nuclear presenta numerosas dificultades para implantarse a gran escala y a corto plazo: el enorme coste (económico y energético) de la construcción y desmantelamiento de cada central nuclear; la ausencia de soluciones al tratamiento y almacenamiento de los peligrosos residuos, que emiten radiactividad durante miles de años; el riesgo de accidentes nucleares y de atentados terroristas; los conflictos entre los países por el temor al posible empleo de la energía nuclear para fines militares; el gran impacto ambiental que genera la minería del uranio. En todo caso, aunque todos estos problemas se pudieran superar, el uranio también posee una cresta de Hubbert, que se alcanzará dentro de unos 25 años, plazo que se acortaría si se incrementase el número de centrales nucleares.
La energía hidroeléctrica, que sólo aporta el 2,3 % de la energía global, tiene pocas posibilidades de incrementarse significativamente. Las grandes presas siempre causan gran impacto sobre las áreas donde se construyen, y obligan a desplazarse a las poblaciones residentes en las mismas.
Las energías renovables (solar, eólica, mareomotriz, geotérmica…) representan tan sólo el 0,5 % del total mundial, y su incipiente desarrollo ha sido posible gracias a la disponibilidad de petróleo, que es utilizado tanto en forma de materia prima como de energía para la fabricación de los costosos materiales necesarios, y para la construcción de las infraestructuras aparejadas. La energía que proporcionan es difícil de transportar y de almacenar, y su cantidad varía en función de agentes externos.
Los biocombustibles no tienen las prestaciones que presentan los gasóleos obtenidos del petróleo y, para incrementar su producción significativamente, se tendrían que dedicar una gran cantidad de tierras fértiles a su cultivo, lo que es complicado en un mundo en el que el hambre y la desertización son dos de sus problemas de más difícil solución. Además, nuevamente el petróleo aparece como el recurso que está detrás de su desarrollo, pues el proceso de siembra, tratamiento, fertilización, riego, cosecha, transporte y distribución requiere de energía que en la actualidad se obtiene del “oro negro”.
La fusión nuclear es la fuente de energía de la que se dice que resolverá todos los problemas energéticos en el futuro. Pero las complejidades tecnológicas a superar son de tal magnitud que desde que se planteó inicialmente ya se advertía que no iba a estar disponible al menos antes de pasados unos 50 años, y así se continúa diciendo en la actualidad, pese a que han pasado más de 30 desde entonces. Se necesita alcanzar temperaturas superiores a cien millones de grados para que se produzca la reacción de fusión; materiales que resistan las altas temperaturas y la radiación; lograr que la energía liberada sea mayor que la necesaria para calentar y mantener aislado el combustible; y finalmente, desarrollar dispositivos que capturen la energía generada y la conviertan en electricidad, de tal manera que de todo el proceso se obtenga un balance energético suficientemente positivo.
Por último, el hidrógeno no es una fuente de energía. Se plantea como combustible para el transporte porque no es contaminante y se puede utilizar de forma líquida, como los derivados del petróleo. Pero el hidrógeno libre es muy raro en la Naturaleza, y se necesita más energía para obtenerlo de la que después proporciona. Además, requiere de muy bajas temperaturas para mantenerse líquido - lo que a su vez requiere energía-, ocupa más volumen por unidad de energía que las gasolinas o el diesel, y haría falta adaptar a él los vehículos actuales y los sistemas de transporte y distribución de combustible que están implantados hoy en día.
Tomado de: http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=200509171321310
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