El futuro del petróleo
Como ya hemos visto, un número creciente de personas comenzó a utilizar el petróleo para usos cada vez más amplios. Este empleo masivo hizo que la gente se plantease la siguiente pregunta: ¿hasta cuándo durarían las reservas existentes?
En los años treinta se extendió el rumor de que el petróleo estaba agotándose, pero las compañías no interrumpieron sus labores sino que, por el contrario, continuaron haciendo prospecciones en diversas partes del mundo Los métodos de prospección, perforación y extracción mejoraron también notablemente.
A finales de los años cuarenta se descubrieron nuevos yacimientos en el Oriente Medio, donde las antiguas civilizaciones habían utilizado las filtraciones próximas a la superficie.
En las costas del Golfo Pérsico se detectaron riquísimos yacimientos subterráneos, de los que, al parecer, podía extraerse tanto petróleo como en todo el resto del mundo. La producción mundial se duplicó casi inmediatamente.
Durante veinticinco años, el petróleo fue producto abundante y barato. Estados Unidos poseía sus propias fuentes de abastecimiento, pero pronto empezó a comprarlo en el extranjero porque le resultaba bastante asequible. Europa y Japón, que no tenían petróleo, lo importaban para satisfacer sus necesidades, lo cual no les resultaba demasiado caro.
En principio no hubo ningún problema, ya que después de la segunda guerra mundial la mayoría de las regiones productoras de petróleo quedaron bajo el control de países europeos. Compañías europeas y norteamericanas dirigían todo lo relacionado con la explotación del «oro negro».
Con el transcurso de los años, las colonias de Oriente Medio se hicieron independientes y, lógicamente, exigieron controlar sus pozos y vender el petróleo al precio que fijaran sus respectivos gobiernos. En 1960, los países productores de petróleo de Oriente Medio y de otros lugares se agruparon en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Enseguida pudo comprobarse que dicha organización era muy poderosa. Los países industrializados necesitaban desesperadamente el petróleo, pues sin él no funcionarían las fábricas, los coches, los barcos ni los aviones. Si se restringiese el uso del petróleo, la economía mundial se vería gravemente perjudicada.
Sin embargo, las restricciones parecían inevitables, pues a pesar de los yacimientos descubiertos después de la segunda guerra mundial, era evidente que los recursos acabarían por agotarse en un futuro más o menos próximo.
Según ciertas estimaciones, en la actualidad las reservas mundiales ascienden a
600.000 millones de barriles. A primera vista parece una cifra enorme, pero si tenemos en cuenta que el consumo anual oscila en torno a los 20.000 millones de barriles, no resulta aventurado afirmar que el petróleo existente bajo la corteza terrestre durará tan sólo 30 años más.
Todavía pueden descubrirse, por supuesto, nuevos yacimientos. A finales de los años sesenta, por ejemplo, se encontró uno muy importante en el norte de Alaska. En el Mar del Norte, cerca de Gran Bretaña, se ha descubierto también petróleo y otras exploraciones recientes centran su atención en el sur de México.
Con todo, aunque contabilicemos el petróleo que aún queda por descubrir, las reservas no durarán más de 50 años si lo seguimos utilizando al mismo ritmo que hasta ahora Y lo que es peor: los pozos primitivos están secándose. Durante más de un siglo, desde que Drake perforara el primer pozo de Pennsylvania, Estados Unidos ha sido el primer productor mundial. Hoy día, los campos de dicha región hace ya tiempo que se agotaron, aunque, por fortuna, se han descubierto yacimientos aun mayores en Texas y en otros Estados.
A pesar de ello, los pozos norteamericanos ya no rinden como hace unos años. La producción alcanzó su punto culminante a principios de los años setenta, y desde entonces no ha dejado de disminuir.
En 1969, Estados Unidos producía todo el petróleo que consumía, mientras que hoy necesita importar grandes cantidades para satisfacer la creciente demanda interior, pues sus habitantes cada vez consumen más petróleo. En 1973, el 10% del petróleo consumido en dicho país era importado, y en 1980, el porcentaje había aumentado al 50% Cuando los países productores de petróleo decidan restringir sus exportaciones, los habitantes de las naciones que lo importan lo pasarán realmente mal. Por ejemplo, escaseará la gasolina para los automóviles, el gasóleo para los camiones y la maquinaria agrícola y el fuel-oil para las calefacciones.
En 1973, los países de Oriente Medio interrumpieron durante unos meses el suministro de petróleo a Estados Unidos y Europa a causa de una disputa política acerca de Israel, sembrando una gran confusión. En 1979 se produjo una revolución en Irán, que era uno de los principales países productores, y su producción quedó en suspenso. Otra vez se produjo el caos Los países que integran la OPEP afirman que las reservas petrolíferas no van a durar indefinidamente. Si el petróleo se suministra en abundancia y a bajo precio, nadie se dedicará a investigar otras fuentes de energía alternativas, sino que los usuarios se limitarán a quemarlo. Cuando se agote, se producirá un cataclismo de consecuencias imprevisibles.
Si se aumenta el precio y se limita la producción, el petróleo se utilizará con más comedimiento y se evitarán los despilfarros. Más aun: si resulta realmente caro y difícil de obtener, los científicos de todo el mundo se esforzarán por hallar energías alternativas.
Desde 1973, los países miembros de la OPEP han aumentado constantemente el precio del petróleo, lo que ha originado un aumento generalizado del coste de la vida. De este modo nos hemos dado cuenta de que existe un problema energético que es necesario solucionar pronto.
¿Qué puede hacerse?
En primer lugar, el estudio y posible descubrimiento de nuevas fuentes de energía requiere tiempo y por ello es importante conservar el petróleo y no derrocharlo. El ahorro de combustible se ha convertido así en un objetivo prioritario.
Una posibilidad es adquirir coches más pequeños que consuman menos gasolina por cada kilómetro recorrido. Otra, utilizar más los transportes públicos, caminar, compartir el coche con otras personas que hagan el mismo trayecto, aislar las viviendas, no abusar de la calefacción en invierno ni del aire acondicionado en verano, reducir al máximo los viajes de placer y pasar las vacaciones en un lugar próximo a nuestros lugares de residencia.
Un modo de fomentar el ahorro es controlar la población. Todas las personas utilizan la energía de un modo u otro y, cuanto más gente haya, más energía se necesitará. En el mundo viven más de cuatro mil millones de personas, es decir, el doble que hace tan sólo 50 años. De seguir el mismo ritmo de crecimiento, en el año 2000 habrá seis mil millones de habitantes sobre la Tierra. Por ello es importante que la población no crezca a un ritmo demasiado rápido.
Otra forma de contribuir a conservar la energía es luchar por la paz mundial. Las guerras resultan increíblemente caras desde el punto de vista del consumo de energía. El simple hecho de mantener un Ejército, una Marina de Guerra y unas Fuerzas Aéreas suponen un gasto enorme, aunque nunca lleguen a entrar en acción.
Los pozos de petróleo no son la única fuente de combustible, aunque sí la más adecuada y barata. Todavía nos queda la posibilidad de volver a los esquistos, de los que hace un siglo se extraía el queroseno No obstante, la extracción de esta sustancia resulta bastante complicada, y para obtener los hidrocarburos necesarios se requiere tiempo, energía e instalaciones adecuadas. Asimismo habría que arbitrar algún sistema para aprovechar los residuos. Si lográramos solucionar estos problemas, los esquistos podrían ser una importante fuente de energía. En Canadá hay, por otra parte, «arenas bituminosas» que podrían explotarse para obtener combustible Si aprovechamos debidamente todos estos recursos, tendremos petróleo para unos cien años más.
En última instancia nos queda todavía el carbón, cuyas reservas son mucho más abundantes que las de petróleo, al que además puede sustituir en múltiples aplicaciones. Sometido a determinados tratamientos químicos, el carbón puede transformarse en combustibles líquidos, que en este caso se llaman combustibles sintéticos. Según las estimaciones, el carbón no se agotará hasta dentro de algunos siglos. Tanto el carbón como el petróleo tienen un inconveniente: al arder, las impurezas desprenden sustancias químicas dañinas que contaminan la atmósfera.
Incluso aunque se eliminen tales impurezas, la combustión de ambas sustancias origina dióxido de carbono, que al mezclarse con el aire tiende a retener la luz solar y calentar la tierra. Un cambio en el porcentaje de dióxido de carbono en la atmósfera bastaría para modificar el clima de la tierra y originaría problemas enormes. Por éstas y otras razones es preferible intensificar la búsqueda de otras fuentes de energía alternativas que no entrañen tales peligros. Por ejemplo, podemos aprovechar la energía del viento, del agua, de los bosques, de las mareas, de las olas y del calor que emana de las entrañas de la Tierra. Quizá todo ello no sea suficiente para satisfacer nuestras necesidades, pero al menos podremos abastecernos hasta que encontremos algo mejor.
Otra posibilidad de importancia creciente es la energía nuclear, obtenida a partir de la fisión del uranio. Sin embargo, muchas personas piensan que resulta demasiado peligrosa, pues de ella puede desprenderse radiactividad. Otra modalidad de energía nuclear es la fusión del hidrógeno, que podría suministrar energía más abundante y barata que el uranio; su manipulación no entraña, al parecer, tantos riesgos. El problema estriba en que los científicos no han hallado todavía la forma de convertir la fusión del hidrógeno en energía confortable, sin explosión.
El Sol es otra fuente energética importante y prácticamente inagotable. Expertos de todo el mundo estudian la mejor manera de recoger el calor que desprende y aprovecharlo en nuestro beneficio Hay una solución que apunta a la instalación en el espacio de estaciones colectoras desde las que la energía se transmitiría a la Tierra en forma de ondas de radio muy cortas, llamadas “microondas”, que luego se convertirían en electricidad.
Como hemos visto, todavía podemos hacer muchas cosas hasta que se agote el petróleo. Lo importante es no perder la calma y colaborar con otros países para, entre todos, hallar la solución más adecuada.
Tomado de:
El Origen del Petroleo
FERNANDO MELÉNDEZ HEVIA
Prof. Encargado Geología del Petróleo.
1.- La formación del petróleo
2.- Usos primitivos del petróleo
3.- La combustión del petróleo
4.- La creciente importancia del petróleo
En los años treinta se extendió el rumor de que el petróleo estaba agotándose, pero las compañías no interrumpieron sus labores sino que, por el contrario, continuaron haciendo prospecciones en diversas partes del mundo Los métodos de prospección, perforación y extracción mejoraron también notablemente.
A finales de los años cuarenta se descubrieron nuevos yacimientos en el Oriente Medio, donde las antiguas civilizaciones habían utilizado las filtraciones próximas a la superficie.
En las costas del Golfo Pérsico se detectaron riquísimos yacimientos subterráneos, de los que, al parecer, podía extraerse tanto petróleo como en todo el resto del mundo. La producción mundial se duplicó casi inmediatamente.
Durante veinticinco años, el petróleo fue producto abundante y barato. Estados Unidos poseía sus propias fuentes de abastecimiento, pero pronto empezó a comprarlo en el extranjero porque le resultaba bastante asequible. Europa y Japón, que no tenían petróleo, lo importaban para satisfacer sus necesidades, lo cual no les resultaba demasiado caro.
En principio no hubo ningún problema, ya que después de la segunda guerra mundial la mayoría de las regiones productoras de petróleo quedaron bajo el control de países europeos. Compañías europeas y norteamericanas dirigían todo lo relacionado con la explotación del «oro negro».
Con el transcurso de los años, las colonias de Oriente Medio se hicieron independientes y, lógicamente, exigieron controlar sus pozos y vender el petróleo al precio que fijaran sus respectivos gobiernos. En 1960, los países productores de petróleo de Oriente Medio y de otros lugares se agruparon en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Enseguida pudo comprobarse que dicha organización era muy poderosa. Los países industrializados necesitaban desesperadamente el petróleo, pues sin él no funcionarían las fábricas, los coches, los barcos ni los aviones. Si se restringiese el uso del petróleo, la economía mundial se vería gravemente perjudicada.
Sin embargo, las restricciones parecían inevitables, pues a pesar de los yacimientos descubiertos después de la segunda guerra mundial, era evidente que los recursos acabarían por agotarse en un futuro más o menos próximo.
Según ciertas estimaciones, en la actualidad las reservas mundiales ascienden a
600.000 millones de barriles. A primera vista parece una cifra enorme, pero si tenemos en cuenta que el consumo anual oscila en torno a los 20.000 millones de barriles, no resulta aventurado afirmar que el petróleo existente bajo la corteza terrestre durará tan sólo 30 años más.
Todavía pueden descubrirse, por supuesto, nuevos yacimientos. A finales de los años sesenta, por ejemplo, se encontró uno muy importante en el norte de Alaska. En el Mar del Norte, cerca de Gran Bretaña, se ha descubierto también petróleo y otras exploraciones recientes centran su atención en el sur de México.
Con todo, aunque contabilicemos el petróleo que aún queda por descubrir, las reservas no durarán más de 50 años si lo seguimos utilizando al mismo ritmo que hasta ahora Y lo que es peor: los pozos primitivos están secándose. Durante más de un siglo, desde que Drake perforara el primer pozo de Pennsylvania, Estados Unidos ha sido el primer productor mundial. Hoy día, los campos de dicha región hace ya tiempo que se agotaron, aunque, por fortuna, se han descubierto yacimientos aun mayores en Texas y en otros Estados.
A pesar de ello, los pozos norteamericanos ya no rinden como hace unos años. La producción alcanzó su punto culminante a principios de los años setenta, y desde entonces no ha dejado de disminuir.
En 1969, Estados Unidos producía todo el petróleo que consumía, mientras que hoy necesita importar grandes cantidades para satisfacer la creciente demanda interior, pues sus habitantes cada vez consumen más petróleo. En 1973, el 10% del petróleo consumido en dicho país era importado, y en 1980, el porcentaje había aumentado al 50% Cuando los países productores de petróleo decidan restringir sus exportaciones, los habitantes de las naciones que lo importan lo pasarán realmente mal. Por ejemplo, escaseará la gasolina para los automóviles, el gasóleo para los camiones y la maquinaria agrícola y el fuel-oil para las calefacciones.
En 1973, los países de Oriente Medio interrumpieron durante unos meses el suministro de petróleo a Estados Unidos y Europa a causa de una disputa política acerca de Israel, sembrando una gran confusión. En 1979 se produjo una revolución en Irán, que era uno de los principales países productores, y su producción quedó en suspenso. Otra vez se produjo el caos Los países que integran la OPEP afirman que las reservas petrolíferas no van a durar indefinidamente. Si el petróleo se suministra en abundancia y a bajo precio, nadie se dedicará a investigar otras fuentes de energía alternativas, sino que los usuarios se limitarán a quemarlo. Cuando se agote, se producirá un cataclismo de consecuencias imprevisibles.
Si se aumenta el precio y se limita la producción, el petróleo se utilizará con más comedimiento y se evitarán los despilfarros. Más aun: si resulta realmente caro y difícil de obtener, los científicos de todo el mundo se esforzarán por hallar energías alternativas.
Desde 1973, los países miembros de la OPEP han aumentado constantemente el precio del petróleo, lo que ha originado un aumento generalizado del coste de la vida. De este modo nos hemos dado cuenta de que existe un problema energético que es necesario solucionar pronto.
¿Qué puede hacerse?
En primer lugar, el estudio y posible descubrimiento de nuevas fuentes de energía requiere tiempo y por ello es importante conservar el petróleo y no derrocharlo. El ahorro de combustible se ha convertido así en un objetivo prioritario.
Una posibilidad es adquirir coches más pequeños que consuman menos gasolina por cada kilómetro recorrido. Otra, utilizar más los transportes públicos, caminar, compartir el coche con otras personas que hagan el mismo trayecto, aislar las viviendas, no abusar de la calefacción en invierno ni del aire acondicionado en verano, reducir al máximo los viajes de placer y pasar las vacaciones en un lugar próximo a nuestros lugares de residencia.
Un modo de fomentar el ahorro es controlar la población. Todas las personas utilizan la energía de un modo u otro y, cuanto más gente haya, más energía se necesitará. En el mundo viven más de cuatro mil millones de personas, es decir, el doble que hace tan sólo 50 años. De seguir el mismo ritmo de crecimiento, en el año 2000 habrá seis mil millones de habitantes sobre la Tierra. Por ello es importante que la población no crezca a un ritmo demasiado rápido.
Otra forma de contribuir a conservar la energía es luchar por la paz mundial. Las guerras resultan increíblemente caras desde el punto de vista del consumo de energía. El simple hecho de mantener un Ejército, una Marina de Guerra y unas Fuerzas Aéreas suponen un gasto enorme, aunque nunca lleguen a entrar en acción.
Los pozos de petróleo no son la única fuente de combustible, aunque sí la más adecuada y barata. Todavía nos queda la posibilidad de volver a los esquistos, de los que hace un siglo se extraía el queroseno No obstante, la extracción de esta sustancia resulta bastante complicada, y para obtener los hidrocarburos necesarios se requiere tiempo, energía e instalaciones adecuadas. Asimismo habría que arbitrar algún sistema para aprovechar los residuos. Si lográramos solucionar estos problemas, los esquistos podrían ser una importante fuente de energía. En Canadá hay, por otra parte, «arenas bituminosas» que podrían explotarse para obtener combustible Si aprovechamos debidamente todos estos recursos, tendremos petróleo para unos cien años más.
En última instancia nos queda todavía el carbón, cuyas reservas son mucho más abundantes que las de petróleo, al que además puede sustituir en múltiples aplicaciones. Sometido a determinados tratamientos químicos, el carbón puede transformarse en combustibles líquidos, que en este caso se llaman combustibles sintéticos. Según las estimaciones, el carbón no se agotará hasta dentro de algunos siglos. Tanto el carbón como el petróleo tienen un inconveniente: al arder, las impurezas desprenden sustancias químicas dañinas que contaminan la atmósfera.
Incluso aunque se eliminen tales impurezas, la combustión de ambas sustancias origina dióxido de carbono, que al mezclarse con el aire tiende a retener la luz solar y calentar la tierra. Un cambio en el porcentaje de dióxido de carbono en la atmósfera bastaría para modificar el clima de la tierra y originaría problemas enormes. Por éstas y otras razones es preferible intensificar la búsqueda de otras fuentes de energía alternativas que no entrañen tales peligros. Por ejemplo, podemos aprovechar la energía del viento, del agua, de los bosques, de las mareas, de las olas y del calor que emana de las entrañas de la Tierra. Quizá todo ello no sea suficiente para satisfacer nuestras necesidades, pero al menos podremos abastecernos hasta que encontremos algo mejor.
Otra posibilidad de importancia creciente es la energía nuclear, obtenida a partir de la fisión del uranio. Sin embargo, muchas personas piensan que resulta demasiado peligrosa, pues de ella puede desprenderse radiactividad. Otra modalidad de energía nuclear es la fusión del hidrógeno, que podría suministrar energía más abundante y barata que el uranio; su manipulación no entraña, al parecer, tantos riesgos. El problema estriba en que los científicos no han hallado todavía la forma de convertir la fusión del hidrógeno en energía confortable, sin explosión.
El Sol es otra fuente energética importante y prácticamente inagotable. Expertos de todo el mundo estudian la mejor manera de recoger el calor que desprende y aprovecharlo en nuestro beneficio Hay una solución que apunta a la instalación en el espacio de estaciones colectoras desde las que la energía se transmitiría a la Tierra en forma de ondas de radio muy cortas, llamadas “microondas”, que luego se convertirían en electricidad.
Como hemos visto, todavía podemos hacer muchas cosas hasta que se agote el petróleo. Lo importante es no perder la calma y colaborar con otros países para, entre todos, hallar la solución más adecuada.
Tomado de:
El Origen del Petroleo
FERNANDO MELÉNDEZ HEVIA
Prof. Encargado Geología del Petróleo.
1.- La formación del petróleo
2.- Usos primitivos del petróleo
3.- La combustión del petróleo
4.- La creciente importancia del petróleo
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